Pertenece a un universo en vías de extinción. Carlos Herrera es el último dinosaurio, el legítimo heredero de una forma de hacer radio que triunfó en la España de los 90, de la que él es el último exponente. Cuando Herrera se marche, nadie quedará para mantener ese reino. Acaba de renovar por tres temporadas más, después de las tradicionales indirectas en antena, pero el horizonte es negro para los amantes de la radio de las estrellas. Me dirán algunos que queda Jiménez Losantos. Lo cierto es que su programa en EsRadio, aunque mantiene una influencia notable, más de la que a algunos les gustaría, no acaba de cuadrar en ese paradigma radiofónica al que me refiero, ese que triunfó en los 90, en la transición entre Felipe y Aznar. De todas formas, en breve le dedicaré alguna entrada al intelectual turolense.
El caso es que Herrera ha renovado, ¡larga vida al César! En la COPE andan encantados con la noticia y no es para menos. El periodista ha logrado, con la inevitable ayuda del equipo de deportes, situar a la COPE en índices de audiencia históricos. Los históricos de la cadena no ocultan que nunca se habían visto en Alfonso XIII tantas vacas gordas.
Herrera: «Creo en el periodismo que llegue directamente a la capacidad de entender y de emocionar». Su entrevista completa, en el enlace #HerreraRenuevaEnCOPE
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Pero incluso el todopoderoso Herrera es consciente de que el tiempo de las estrellas toca a su fin. El año pasado, por estas fechas, se dio el gustazo de reunir a José María García, Luis del Olmo e Iñaki Gabilondo para celebrar el Día de la Radio. Fue un momento histórico, que,a los amantes de la radio, nos supo a poco. Sin embargo, tras pasar el audio del programa por el filtro de mis alumnos de Periodismo, me di cuenta de que en ellos había más indiferencia que emoción. ¿Está perdiendo la radio al oyente joven?, ¿o está el oyente joven más desencantado de la radio informativa de lo que lo estábamos nosotros (1981) o nuestros padres?
Aquella radio de los 90 se saltaba todos los códigos y no se caracterizaba por el cuidado de los elementos del lenguaje radiofónico (palabra, música, efectos sonoros y silencio). Más bienal contrario: el locutor pesaba más que la cadena, el reloj era una aproximación y, en muchas ocasiones, la palabra era la única protagonista del mensaje. La radio de hoy es mucho más profesional en el empleo de esos recursos, más respetuosa con los códigos del oficio, pero también más estratégica, concepto que amablemente me regala Alfredo Arense.
Ha renovado Herrera, ¡bravo! Pero no se confíen. Cuando se apague su estrella, el cielo se quedará vacío. Y habrá que volver a mirar a la tierra, donde muchos chavales siguen pendientes de que hagamos la radio que a ellos les sirva.
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