Asisto cada vez más asombrado al ascenso al olimpo de la fama de todo tipo de extraños seres audiovisuales: youtubers, tuiteros, pagineros del Facebook, instagramers, wikipedios y gente de este tipo que, en fin, se convierten en héroes del mileurista y urbanita de a pie o de a metro. Así, en el corazón de la línea 3, entre Legazpi y Moncloa, el suburbano escupe personas comprometidas, que se dice ahora, con su tiempo, que no es el del estudio y la verdad, sino el de la prisa y lo accesorio. Donde antes había una novela de quien fuera ahora hay un vídeo de vaya usted a saber quién.
Siempre ha habido prisa en la gran ciudad. Prisa por llegar a tiempo, porque el frenesí del atasco quedaba inoculado en el día a día de sus habitantes, habituados a las apreturas y al nicho de noche del minipiso europeo. Sin embargo, el nuevo tiempo posmoderno nos ha colado esa prisa en el arte, en el cine, en la televisión, en la literatura e, incluso, en el propio tiempo: donde antes había un chico viendo un partido de fútbol en la tele hay ahora, casi siempre, un chico viendo un partido de fútbol en la tele mientras apuesta en internet y whasapea lo que sea con quien sea.
¿Por qué un youtuber consigue el éxito? Porque conoce su entorno, básicamente. Y eso, claro, es un acierto. Todo artista lo es en su tiempo y su éxito depende de que sepa conectar con los posibles compradores. Por eso el que alcanza la fama subiendo vídeos a Internet lo hace porque construye planos brevísimos, aderezados de músicas repetitivas y fáciles y coloreado, todo ello, con argumentos, casi siempre, entre irrelevantes y costumbristas. La columna de Umbral es hoy el vídeo de elrubius. Ojalá estas personas utilizaran su creatividad, tan conectada a su entorno, para la verdad, la belleza y el bien.
Publicado originalmente en Mirada 21