El caso de los titiriteros de la alcaldesa Carmena ha levantado ampollas en toda España. Algunos, de pronto, periodistas, electricistas, votantes de uno y otro signo, se pellizcan el brazo y se preguntan, entre abochornados y enfurecidos: ¿Pero cómo es posible? Pero no deberían sorprenderse: los titiriteros que, simbólicamente, agredían a monjas, policías y jueces y que ilustraban su anarquista y bochornoso espectáculo con menciones a la ETA y a Al Qaeda, forman parte de lo que realmente es esta nueva izquierda que proclama el cambio de modelo y que, efectivamente, trabaja por ello.
Que nadie se sorprenda. Los concejales de Ahora Madrid, como los del equipo de Gobierno de los llamados Ayuntamientos del cambio, o los diputados de Podemos, forman parte del extrarradio de las ideas. Provienen de los movimientos anarquistas, de la CNT, de los movimientos okupa, de los escraches, del Rodea al Congreso y, en definitiva, de aquellos que pervirtieron el original espíritu del 15-M y lo llenaron de la más extrema de las ideologías.
Desconozco si el equipo de Gobierno de Carmena sabía del contenido de la función titiritera, pero de lo que no me cabe duda es de que, en su mayor parte, secundan su contenido. Probablemente, las élites de Podemos, que son quienes mandan en el ayuntamiento capitalino, están realmente molestos con la forma, con el momento en que se ha producido, con lo mal que les viene esta polémica ahora que tratan de armar un gobierno de ruptura con el PSOE; son expertos en la estética, han aprendido a hablar bajito para que parezca más profundo aquello que dicen, son los reyes de las campañas orquestadas en las redes sociales: les habrá molestado el cómo pero, en su mayor parte, comparten esa trasnochada idea de que las fuerzas del sistema (policía, curas y jueces, el Estado a fin de cuentas) son Entes violentos a destruir.
Me decía ayer un compañero: «estamos gobernados por la minoría de la minoría». Y puede que tenga razón, pero para que eso haya ocurrido ha sido necesario que mucha gente, rodeada de la más lógica y entendible de las desesperaciones, haya acabado comprando el precioso discurso del cambio que proponía Podemos. Ojalá que ahora que, poco a poco, se van cayendo los lazos de ese disfraz, sean cada vez más los que se den cuenta de quienes son realmente.