El trabajazo de RNE para recordar el papel de la radio el 23F

El documental de Radio Nacional de España sobre el papel de la radio el 23F es espectacular, en fondo y forma. Y es una pena que el programa haya pasado desapercibido en medio de la excitación mediática que ha acompañado al 40 aniversario del fallido Golpe de Estado del 23F.

El documental de Radio Nacional de España sobre el papel de la radio el 23F es espectacular, en fondo y forma. Y es una pena que el programa haya pasado desapercibido en medio de la excitación mediática que ha acompañado al 40 aniversario del fallido Golpe de Estado del 23F, momento final de la obra política del Rey y de Suárez.

Periódicos, radios, televisiones, redes sociales… España ha recordado estos días aquellas 18 horas en que la democracia española se jugó su estabilidad. Pero, en mi opinión, ningún contenido es tan espectacular como el reportaje de Documentos. Han revisado el sonido: los tiros resuenan en el estéreo. Se han simultaneado emisiones de RNE y de la SER y la sensación casi fílmica que transmite es realmente sobrecogedora. Que lo disfruten:

23F, la radio frente al golpe

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El caso RNE: Nuevas voces, mismo sonido

Las nuevas voces que acompañan esta temporada a los oyentes de RNE se caracterizan por haber modernizado algo el sonido de la cadena. Ahora bien, ¿Cómo es posible que en pleno 2019 una cadena de radio siga emitiendo una misma sintonía en absolutamente todos los espacios informativos de la cadena?

La llegada de Sánchez al poder a finales de la temporada radiofónica hizo imposible acometer los cambios en los programas de la radio pública hasta después del verano. La primera consideración que conviene hacer es que es realmente triste que nos hayamos acostumbrado a ver como normal que el cambio de Gobierno suponga el cambio de voces en las radios de titularidad pública. Yo lo he vivido, en un sentido y en el otro, y creo que es de un absurdo estructural. ¿Qué imagen da una cadena que por el hecho de que cambie el inquilino de la Moncloa asume como normal que deba cambiar a sus presentadores? Es inevitable que el oyente piense que, a nuevo presentador, nueva doctrina. La realidad luego no es del todo así y unos y otros, sobre todo en RNE, tratan de mantener las formas, pero el daño de los ceses a priori ya está hecho.

Dicho lo cual, creo que las nuevas voces que acompañan esta temporada a los oyentes de RNE se caracterizan por haber modernizado algo el sonido de la cadena. Mucho menos de lo que necesitaría, desde luego, pero es indiscutible que, especialmente en los informativos de mediodía, tanto en el 14 horas de Lunes a Viernes como en la edición de fin de semana, las nuevas voces se parecen más a la radio de hoy que a la de ayer. Especialmente, en el caso de Ana Sterling, que ha conseguido quitarle un par de décadas al sacrosanto templo de la noticia en que se había convertido el antiguo Diario de las 2. Su 14 Horas aún adolece de escasa flexibilidad, pero al menos ha abierto la puerta a una nueva forma de redactar y locutar, lo cual era absolutamente necesario.

En lo que todavía no consigue avanzar RNE, al menos para poder competir mínimamente con el resto de emisoras de titularidad privada, es en la complejidad sonora. Me explico: ¿Cómo es posible que en pleno 2019 una cadena de radio siga emitiendo una misma sintonía en absolutamente todos los espacios informativos de la cadena? Ya sé que el argumento que se esgrime en la casa es que esa melodía es intocable porque sirve al oyente para vertebrar todos los espacios y que aporta seriedad y credibilidad. Pero esos argumentos no tienen un paso. La radio moderna, la del podcast, la de Alsina y Francino, incluso la de Radio 3, es aquella que es capaz de equilibrar el uso de los elementos del lenguaje radiofónico, aquella que es capaz de ser creativa sin perder el rigor, que dispone de la música -sintonías, indicativos, colchones, ráfagas- con coherencia generando ritmo y armonía. Emitir una única sintonía a todas las horas, desde las noticias de España a las 8 hasta los titulares del informativo de fin de semana, no hace más que anclar a la cadena en un moelo anticuado y polvoriento que jamás enganchará a nuevos oyentes.

Y la curva demográfica no perdona.

La necesaria modernización de la radio pública

A RNE le costó entrar en el juego de la libre competencia informativa. Y, en cierto modo, esas carencias se mantienen a día de hoy. No sería justo decir que no ha habido evolución en el sonido de la radio pública, pero sí que no lo ha hecho al ritmo de sus competidores. 

El post de hoy me da vértigo, lo reconozco en la primera línea. Entre 2011 y 2015 tuve el honor de dirigir una cadena de radio de titularidad pública, Radio Castilla-La Mancha. Y fue un honor, ciertamente, a pesar de lo complejo de la tarea y de las dificultades añadidas por las circunstancias políticas del momento. Pero eso es otro cantar. Si parto de esta experiencia personal es para explicar que, además de lo que uno ve y analiza como teórico de la radio, tengo experiencia en el asunto del que voy a hablar, que es del difícil hermanamiento de estas dos palabras: radio y pública.

En España la radio pública es Radio Nacional de España. Lo es desde su fundación en 1937, cuando el Estado asumió su control tras fusionar varias de las EAJ (E por España y AJ para identificar el código de las estaciones de telegrafía sin hilos) que se habían ido creando desde finales de 1924. Aquella radio tenía el monopolio de la información, todas las cadenas debían conectar con RNE para emitir lo que primero se llamó El Parte y, posteriormente, el Diario Hablado. Si a alguien le interesa mucho esta parte de la historia de la radio que me lo haga saber y preparo una entrada, que, la verdad, daría mucho juego. Pero avancemos hasta 1977, año en que se celebraron las primeras elecciones democráticas y en el que se levantó esa obligatoriedad de conectar con RNE a la hora del informativo. Desde ese momento, la SER, la COPE y el resto de emisoras pudieron informar libremente a sus oyentes. Y empezaron a crear contenidos novedosos, a trabajar creativamente los elementos del lenguaje radiofónico, a incorporar nuevas voces, etc.

A RNE le costó entrar en ese juego de competencia informativa. Y, en cierto modo, esas carencias se mantienen a día de hoy. No sería justo decir que no ha habido evolución en el sonido de la radio pública, pero sí que no lo ha hecho al ritmo de sus competidores.

«El oyente del año 2018 necesita que el sonido de la radio se parezca a él y no a sus abuelos».

No hace mucho me contaba alguien con peso y mando en RNE que cambiar la sintonía de informativos es una tarea casi imposible. Prueben a sintonizar la emisora a las 8h, a las 14h y a las 20h de cualquier día y descubrirán, a poco que afinen el oído, que la sintonía que suena es exactamente la misma. Se supone que es la música que identifica la información en RNE, la que transmite credibilidad y que, modificarla, supondría alterar uno de los sellos de identidad de la cadena. Sin embargo, tales argumentos son extemporáneos: el oyente del año 2018 necesita que el sonido de la radio se parezca a él y no a sus abuelos. Cambiar de sintonía, introducir elementos de creatividad en el discurso informativo, agilizar los procesos, modernizar los enfoques; y todo eso, tanto los aspectos formales como los de fondo, se puede hacer sin alterar la credibilidad del mensaje. Es más, se verá reforzado.

El problema de fondo, es verdad, es lo complejo que es el proceso de toma de decisiones en una empresa de comunicación de titularidad pública. No entraré hoy a debatir la cuestión esencial de si son necesarios o no este tipo de medios, pero sí que parece evidente la necesidad de flexibilizar los procesos, tanto a nivel administrativo como en el tratamiento mismo de la información. Sino, la radio pública correrá el riesgo de solidificarse.