La clave del éxito de Albert Rivera es que ha conseguido unir su marca al concepto de «sentido común». Más allá de lo que los politógos puedan decir o escribir, cada uno con sus dependencias ideológicas o editoriales, lo cierto es que el fenómeno Ciudadanos se explica, basicamente, por esa capacidad de conectar con los votantes a través de ideas sencillas y difícilmente discutibles. Es decir, se trata de un partido que, de momento, no genera demasiado rechazo.
Se dice, habitualmente, que si el 0 es la extrema derecha y el 10 la extrema izquerda, los españoles estamos en un 6. No entraremos aquí a discutir la veracidad de este dato. De hecho, lo utilizaremos como baremo para definir las líneas maestras del partido de Albert Rivera. Ciudadanos, en esa escala que citábamos, estaría encuadrado entre el 4 y el 6, ambos incluídos. Es decir, ni muy de derechas, ni muy de izquierdas. Eso en cuanto a la ideología pero podríamos utilizar esa misma escala para ubicar a Ciudadanos entre el 4 y el 6 en otras tantas categorías.
¿Se trata de un partido que no se define demasiado para no espantar a nadie? Es una de las críticas que habitualmente se utiliza para tratar de desprestigiar a Rivera y los suyos. Sin embargo, no me parece una crítica justa. Sería como decir que la mayoría de los españoles navegan en esa indefinición. Los que enarbolan esas críticas tienen un gran problema: han olvidado que lo normal es que, ante un problema, la gente aplique el sentido común, y no la ideología, los rencores o cualquier otro tipo de respuesta condicionada. Además, quienes critican a Rivera por su indefinición son aquellos que no se atreven a definir conceptos tan elementales como nación; o aquellos que de pronto no saben que pasaría en una hipotética Cataluña independiente.
Pongamos un ejemplo muy básico: si una persona tiene que decidir qué coche comprar se guiará por factores como el precio, sus avances técnicos, el tamaño, el color, etc. Desde luego lo que no hará será investigar en qué fabrica se produce, no vaya a ser qué provenga de alguna región donde gobierne un partido político concreto; desde luego no dejará de comprarlo porque el responsable del concesionario sea de un equipo de fútbol distinto al suyo; y, desde luego, se fijará más en la opinión de su mujer que en lo que diga la prensa especializada.
¿A qué tiene lógica? Bueno pues ese mismo sentido común es el que intenta aplicar Ciudadanos a su toma de decisiones. Claro que, por supuesto, se equivoca, se contradice y, probablemente, se desvirtúa. Sin embaego, son errores que forman parte de una normalidad que, bien explicada, los votantes son capaces de entender. Pero, en el fondo, cuando Albert Rivera dice que los representantes de los otros partidos son sus adversarios y no sus enemigos está diciendo lo mismo que diría culquier persona de sus rivales de mus. Los españoles, en fin, están hartos de políticos que utilizan más el garrote y los prejuicios que la palabra y el sentido común.