El poder de la edición en la radio

La labor de edición es muy ingrata: redactar textos que casi nunca lees, hacer que el jefe brille, sacar cortes y editarlos para que suenen bien, coger el teléfono, etc. Pero es imprescindible. Es lo que constituye el músculo de cualquier programa de radio informativa. Es lo que hace posible el resto: la entrevista brillante, el lucimiento de la estrella, la personalidad global del formato. La primera hora de ‘Las mañanas de RNE’ es un grandísimo ejemplo de cómo hacer una buena edición radiofónica.

En los últimos meses he escuchado con especial atención la primera hora de Las Mañanas de RNE, el programa matinal de la radio pública que, en su tramo informartivo (6-10) dirige y presenta Íñigo Alfonso. Y creo poder afirmar, si riesgo a equivocarme que, en sus primeros minutos, es de lo mejor que se hace en la radio generalista española. Me explico.

La labor de edición es de las más ingratas y desconocidas de la radio. Yo mismo puse mala cara cuando José Antonio Araquistáin me puso en edición tras pasar las pruebas para ser becario de Cope, nada más acabar la carrera. Y eso que ya había tenido ocasión de probar en el mismo departamento de Onda Cero el verano anterior. Leer teletipos sin parar, rehacerlos, sacar cortes y conseguir que tengan el mejor sonido, buscar sintonías, coger teléfonos (sobre todo, coger teléfonos), redactar textos que casi nunca lees, ordenar la escaleta para que luego el jefe la desordene, escuchar a la competencia para ver por dónde van y otra serie de tareas aparentemente secundarias forman parte del trabajo diario del editor. Sin embargo, todo eso constituye el músculo de cualquier programa de radio informativa. Es lo que hace posible el resto: la entrevista brillante, el lucimiento de la estrella, la personalidad global del formato.

La primera hora de Las Mañanas de RNE es un fantástico ejemplo de todas las virtudes de una buena edición. La portada de Íñigo Alfonso es ágil, variada y completa. Y lo logra a pesar del handicap que supone tener que usar esa anticuada sintonía que, por alguna razón que se me escapa, emiten todos los informativos de la cadena. Pero la clave del éxito de esa primera hora pasa por las manos y la voz de Lalo Tobar, ese segundo clásico de los matinales de radio (cómo no nombrar aquí a Marlaska, Jaume Segalés, David Del Cura y tantos escuderos que han brillado a lo largo de los años a pesar de la alargada sombra de sus jefes) que consigue hilar unos minutos de radio vibrantes, de enorme tensión informativa, creativos.

Una de las cosas que más disfruto de esa franja que conduce Tobar es su capacidad para trascender el aburido esquema texto-corte-texto-crónica que, durante años, ha protagonizado la radio informativa, especialmente en RNE. En Las Mañanas los cortes irrumpen cuando menos te lo esperas, las informaciones de los reporteros tienen la duración exacta y los textos están escritos por alguien que vive en el año 2021. Y, además, la arquitectura musical, contemporánea y ajustada al contenido de las informaciones, acompaña al relato con eficacia.

Creo que una buena edición le aporta a la radio en directo lo que el podcast está recuperando para la radio a la carta: artesanía, amor por los detalles. Para que eso sea posible hace falta tiempo y recursos. Y la capacidad de combinar la pulsión por la inmediatez y la última hora, que forma parte del adn de la radio informativa, con la exquistez formal. La forma al servicio del fondo, el cómo enamorado del qué. Porque no todo audio es radio.

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Aimar Bretos, un canterano convertido en ‘estrella’

La decisión de la SER de nombrar a Aimar Bretos director de Hora 25 ha sido recibida con un especial entusiasmo en el sector de la radio. Y no solo por parte de los que le conocemos y admiramos, sino por todos aquellos que han sabido reconocer el hecho de que una gran cadena apueste por alguien de la casa, un periodista que llegó de becario con veintipocos y que en poco más de diez años, brilla ya con luz propia.

No será una estrella como lo fueron Carlos Llamas, Iñaki Gabilondo o Luis del Olmo; ni falta que le hace. Será un referente para la radio de hoy. La decisión de la Cadena SER de nombrar a Aimar Bretos director de Hora 25 tras la designación de Pepa Bueno como directora de El País ha sido recibida con un especial entusiasmo en el sector de la radio. Y no solo por parte de los que le conocemos y admiramos, sino por todos aquellos que han sabido reconocer el hecho de que una gran cadena apueste por alguien de la casa, un periodista que llegó de becario con veintipocos y que en poco más de diez años, brilla ya con luz propia.

Y si ha sido especialmente celebrado su nombramiento es por lo excepcional del caso. Pocas veces un becario llega a líder. Y prácticamente ninguna lo hace en tiempo récord, como Aimar, a quien, por cierto, la Cope dejó escapar (una vez más), poniéndole en bandeja a la competencia un talento que ya se veía venir. Cuando Aimar Bretos se bregaba como becario en Cope Pamplona y luego en Cope Madrid ya dejaba entrever su pasión por este oficio y su buen hacer, su respeto por los códigos elementales del medio y su muy sana ambición.

Cuando la SER le abrió las puertas, tardó muy poco en hacer que su voz grave y tranquila fuera reconocible por los oyentes, primero en Hoy por Hoy y luego en Hora 25. Incluso haciendo que su voz fuera una de las protagonistas de Guerra 3, unos de los grandes podcast de ficción de Podium. No hace mucho Iñaki Gabilondo le dedicó un elogio medido, que viniendo de él es un piropazo. Aquí la prueba:

El caso es que Aimar ya es uno de los grandes de la radio española. Estoy seguro de que su olfato periodístico y su pasión por la radio le harán dar pasos seguros, humildes y que sabrá encontrar nuevos talentos en los jóvenes becarios que se acerquen a él con la seguridad de que es uno de los suyos. Porque no hay mejor espejo para quien empieza en este mundo que alguien que ha salido del mismo sitio, con las mismas dudas y las mismas ilusiones. Más allá de cuestiones ideológicas, que son siempre secundarias, espero de todo corazón que al buen tipo que es Aimar le pasen cosas buenas. Porque eso será, además, que le pasan a la radio española.

Y para terminar, démosle a él la palabra: su certeza y su compromiso:

Descubriendo al ‘Homo Audiens’

Si en 1997 Giovanni Sartori describió al ‘Homo Videns’, los nuevos tiempos del audio, que ofrecen contenidos de calidad a consumidores sin tiempo que desean hacer compatible la escucha con otra actividad, van configurando un ‘homo audiens’. Habrá que definir sus características pero ya es evidente que la audificación de nuestro tiempo es inevitable. Las causas, como siempre, son complejas y tienen que ver con la sociedad del rendimiento y el rol multitasking del ciudadano.

A vueltas con la guerra del audio, apuntaba recientemente Jován Pulgarín en un reportaje publicado en The Objective que la batalla que disputan Clubhouse, Twitter, Facebook y diversas aplicaciones tiene que ver con la necesidad de capitalizar el tiempo. «Algo que a nadie le sobra», apuntaba Pulgarín en una interesantísima reflexión sobre las razones del éxito del podcast, «la nueva gallina de los huevos de oro».

Parece que, de todas las posibles razones ninguna tiene tanto peso como lo que señala Gareth Hickey: los editores de calidad están cambiando sus modelos de negocio y ya dan más importante a la interacción que a los clics. Tirando de este sugerente hilo podríamos colegir algo así como que los nuevos formatos de audio son la respuesta de la audiencia a la creciente demanda de contenidos de calidad pero que, a la vez, puedan ser consumidos en el ruidoso ecosistema en el que se desenvuelven los ciudadanos.

Pero hay un argumento implícito sobre el que creo que no se está incidiendo lo suficiente. Es este: muchos de los ciudadanos que reclaman formatos de audio de calidad lo hacen por sustitución. Es decir, reclaman el audio como sustituto del texto. Crecen los productos de audio al mismo tiempo que se mantiene -o decrece, en algunos sectores, países y grupos de edad- el consumo de libros, de artículos, de reportajes escritos. Y hay una razón detrás de este proceso de sustitución del texto -y de la imagen- por el audio. Tiene que ver con la capacidad del audio de hacer compatible la escucha con casi cualquier otra actividad. De esta manera, el oyente puede incorporar a su rutina diaria el contenido de una conferencia, un reportaje en profundidad, un discurso inspirador, una nota de voz de Whatsapp o una interesante novela. De esta manera, el audio penetra en el ciclo de productividad del ciudadano, se incorpora a su diagrama de rendimiento. En el citado artículo de The Objective se hace referencia a la escucha activa o pasiva como elemento clave para la monetización del negocio.

El audio hace compatible la escucha con casi cualquier actividad. De esta manera, el audio penetra en el ciclo de productividad del ciudadanos, se incorpora a su diagrama de rendimiento.

Fue en 1997 cuando Giovani Sartori publicó ‘Homo Videns’, en el que explicaba cómo el video estaba transformando al homo sapiens. Su tesis era que «la televisión modifica radicalmente y emprobrece el aparato cognoscitivo del homo sapiens». Quizá solo haya habido algo que se haya desarrollado más rápidamente que ls tecnologías: la ansiedad del ciudadano por incorporarlas a su vida. Una vida en la que cada vez hay más hacer y menos ser, más actividad y menos descanso, donde absolutamente todo está determinado por el rendimiento: de la vida laboral al consumo de series, de la agenda social a la práctica deportiva.

En este contexto, ampliamente definido por autores como Byung-Chul Han o Fabrice Hadjadj, el audio es una pieza clave, de tal manera que su irrupción explosiva en los últimos meses puede acabar formando una especie de ‘homo audiens‘: el hombre que accede a la información, en sentido amplio, a través del audio, en un concepto que trasciende a la radio tradicional. Habría que analizar entonces qué atributos tendría este nuevo hombre oyente. Desde luego, no es este el lugar para desarrollar esta teoría en toda su extensión, pero sí parece importante apuntar algunos de estos rasgos sobre el ‘homo audiens’:

  • Es alguien que no tiene tiempo para leer. O al menos que nos quiere dedicarlo en exclusiva a esa actividad.
  • Es alguien a quien no satisface intelectualmente el consumo de televisión y video.
  • Es alguien que no quiere ver mermado su rendimiento personal y profesional mientras consume los contenidos de calidad que demanda.
  • Es alguien que al consumir audio destina a la escucha una atención variable que fluctúa dependiendo del grado de atención que le exige la actividad con la que compatibiliza la escucha.

Preguntas razonables: ¿Qué eco queda en el oyente? ¿Qué cantidad de información es capaz de procesar el ciudadano que compatibiliza, por ejemplo, una conferencia sobre el conflicto entre Rusia y Estados Unidos con la preparación de la comida? Son muchas las preguntas pertinentes que habrá que ir respondiendo a medida que vaya consolidándose este modelo. Muchas de ellas tendrán que ver con los propios contenidos. El ‘homo sapiens’ (y el ‘homo audiens’) es alguien que, en proporción de 7 a 10, recibe un mensaje que no es verdad. Se calcula que para 2022 la mitad de los mensajes recibidos por los ciudadanos serán falsos.

¿Es el audio un buen método para buscar la verdad? Es una pregunta que tiene sentido porque el audio, por su propia naturaleza, dificulta los procesos de verificación. Es uno de los asuntos a los que habrá que volver. Lo que, a día de hoy, es una certeza es el hecho de que el audio, universo del que la radio forma solo una pequeña parte, ha venido para quedarse. Un ‘homo audiens’ está naciendo ante nuestros ojos y oídos. De momento gatea, pero en muy poco tiempo echará a correr.

‘Saludos cordiales’, un podcast histórico para ganar un Ondas

‘Saludos cordiales’ es un podcast extraordinario en el que Pablo Juanarena recrea la historia del enfrentamiento entre García y de la Morena. Describe la radio de ayer utilizando los instrumentos de la radio de hoy, llevando los elementos del lenguaje radiofónico a una nueva dimensión. Un podcast que huele a Ondas.

El periodista Pablo Juanarena ha producido un podcast extraordinario que relata, con todo lujo de detalles, la cruenta batalla entre José María García y José Ramón De la Morena. Pero sus cuatro episodios van mucho más allá de la mera descripción de hechos: son un auténtico homenaje a la radio de las estrellas, una pasarela por la que desfilan los primeros espada y los últimos, periodistas, técnicos, entrenadores, ciclistas, empresarios. Es un podcast histórico en los dos sentidos del término. Recuerda una historia y se acerca a ella como lo haría un académico: buscando todos los puntos de vista, yendo a las fuentes originales, llamando a todas las puertas posibles. Y, así, viajando al pasado consigue un reportaje en cuatro partes que también hace historia por su enorme sensibilidad radiofónica, por el talento con el que está narrado y por marcar un hito indudable en la joven historia del podcast en español que bien merecería llevarse el premio Ondas.

El primer capítulo es un viaje a los orígenes de la radio de las estrellas. El podcast navega en las aguas turbulentas de la España de la Transición para pescar en ellas al genial José María García reportero, el que supo echarle a la radio la pimienta y la sal de la que hasta entonces carecía. Su voz atimbrada, lejos de ser un obstáculo, se convirtió en santo y seña de una España que, tras años de periodismo sesudo y oscuro, se abrazaba alborozada a la nueva radio-espectáculo. García fue nuestro Tom Wolfe particular. El podcast bucea en la hemeroteca y nos retrotrae a aquellas melodías de onda media, a esa artesanía sonora de los 80, al momento en que García se inventa la noche deportiva y consigue convertirse en una auténtica estrella.

Juanarena va ofreciendo el testimonio de los que trabajaban con aquel SuperGarcía y de los jovencísimos periodistas de la SER que, tras la marcha del locutor a Antena 3 Radio, comenzaron a fraguar una alternativa bajo el mando de José Ramón de la Morena. El segundo episodio describe hasta qué niveles de tensión se llegó en los años 90, cuando los reporteros de uno y otro equipo llegaban casi a las manos por conseguir a los entrevistados antes que nadie. La pelea en casa de Futre puede parecernos tosca y ridícula, incluso motivo de verguenza, como reconoce Juan Antonio Alcalá, uno de sus protagonistas, pero tenía una cierta lógica: los periodistas se dejaban la piel por conseguir una noticia. Hoy… bueno, hoy hay otros criterios.

Pero quizá ningún episodio es tan impresionante como el tercero, en el que se narra cómo aquel enfrentamiento se recrudeció especialmente en las transmisiones de la Vuelta a España. Hay momentos hilarantes, como en el que se describe el modo en que García usaba el helicóptero como arma para conseguir las mejores entrevistas, cómo los técnicos de sonido se las ingeniaban para lograr llevar el sonido desde lugares imposibles o cómo los reporteros se jugaban la vida en las motos para llegar a las cabinas telefónicas de los pueblos antes que la competencia. El ciclismo, que en televisión era y es sinónimo de siesta y letargo, se convirtió entonces en un emocionante espectáculo radiofónico.

Juanarena es capaz de reconducir todos los elementos del lenguaje radiofónico y llevarlos a una nueva dimensión. Tiene la habilidad para construir un guion preciso que va dirigiendo al oyente a la acción.

El podcast se despide con un cuarto episodio lleno de emoción en el que Juanarena conduce al oyente al inevitable momento del adiós y conecta, aun con 20 años de diferencia, la despedida triste e inesperada de García y el reciente final radiofónico de De la Morena. Ambos desde los micrófonos de Onda Cero, ambos habiendo perdido el favor de la audiencia, ambos aparentemente reconciliados. El podcast acaba con sorpresa. En todos los minutos de emisión hemos escuchado a las principales voces de la radio española de los últimos 30 años -de Iñaki Gabilondo a Luis del Olmo, de Agustín Castellote a Paco González, de Manolo Lama a Julio Pulido, de Encarna Sánchez a Pumares, etc.-, pero faltaba una. Cualquier amante de la radio sabe que la mejor manera de acabar este podcast histórico era con un «Hola, hola».

Hasta aquí la historia de la radio, pero eso no es lo más importante. Al menos para los que amamos la radio. Porque si ‘Saludos cordiales’ es un reportaje histórico es, sobre todo, porque marca un punto de inflexión en el podcast en español. Es capaz de reconducir todos los elementos del lenguaje radiofónico y llevarlos a una nueva dimensión. Tiene la habilidad para construir un guion preciso que va dirigiendo al oyente a la acción. Y, especialmente, porque a poco que uno sepa algo de radio no puede más que asombrarse de la ingente cantidad de horas de trabajo que hay detrás de este podcast. Una fantástica demostración para los jóvenes de que el podcast les abre nuevas posibilidades, sí, pero también de que, como siempre ha sido, para brillar en la radio hay que picar mucha piedra. Solo entonces el sonido alcanza su verdadera misión: la de conseguir que el oyente complete el contenido con su imaginación.

Al comienzo de la presente temporada pudimos leer en la prensa que Movistar preparaba una serie sobre la historia de García y De la Morena. Cuando al fin pudimos ver Reyes de la noche, muchos sentimos una gran decepción: más allá de morbo inicial de tratar de identificar a los personajes, la historia acababa delirando en un grosero suceder de tópicos e insinuaciones. En contraste, ‘Saludos cordiales’ es el gran homenaje a lo que realmente ocurrió. Como tantas veces, la propia realidad se ha demostrado insustituible. Ojalá el jurado del premio Ondas acabe reconociendo a este podcast total que nos reconcilia con lo mejor de la radio de ayer y nos conecta con lo mejor de la radio de hoy.

Conclusiones tras el EGM: Menos oyentes en una batalla que ya es de dos

El segundo informe del año del EGM nos deja unos datos de audiencia de la radio española preocupantes. Y nos permiten sacar tres conclusiones: La radio continúa su imparable descenso en el número de oyentes; Definitivamente, es una pelea de dos; y Esradio es ya uno más en la mesa de las grandes cadenas.

Acaban de publicarse los datos de la segunda ola del Estudio General de Medios. La SER, a la baja, sigue liderando la audiencia con 4.220.000 oyentes. Le sigue, cada vez más cerca, la Cadena COPE, que sube ligeramente hasta los 3.427.000 oyentes. Por detrás, Onda Cero baja y se queda con 1.851.000 y RNE crece hasta llegar a 1.113.000 oyentes. Es Radio logra su mejor dato y ya tiene 757.000 oyentes diarios. La SER lidera todas las franjas horarias excepto las deportivas, donde Cope revalida su primera posición, tanto con El Partidazo como con Tiempo de Juego.

Datos gruesos que, si miramos con cierto detalle, nos permiten sacar, al menos tres grandes conclusiones. Vamos a ello.

1- La radio continúa su imparable descenso en el número de oyentes

Esto lo ha analizado estupendamente Gorka Zumeta en su blog y no me alargaré en exceso. Solo un par de datos: En los últimos diez años el número de oyentes de la radio lineal ha descendido un 10%; y en las últimas diez olas, la radio se ha dejado 1.700.000 oyentes. Lo que demuestran estos datos es que, por un lado el EGM no debería seguir siendo el elemento esencial para conocer las audiencias, ya que hay nuevas métricas disponibles que pueden ser eficaces, no solo para conocer el número de oyentes de un programa, sino para ubicar el espacio multimedia desde el que se escucha; y, por otro, que el oyente de radio lineal va envejeciendo. La edad media del oyente de radio generalista está ahora entre los 50 y los 55 años. Son personas que se enamoraron de la radio de las estrellas de los 80 y 90, incluso que engancharon con el medio en los trepidantes años de la Transición, cuando la radio contó como nadie el ir y venir de acontecimientos históricos. Pero esas personas van cumpliendo años y alguien debería empezar a preguntarse por qué los oyentes jóvenes no acaban de engancharse al modelo tradicional. Mención aparte merece el debate del podcast, de los nuevos formatos, de las nuevas bolsas de oyentes que se enganchan a lo que ahora llaman audio. Pero eso, para otro día.

2- Definitivamente, es una pelea de dos

Se agrandan las distancias entre la Cadena SER y la Cadena COPE respecto al resto de competidores, en un proceso que parece irreversible a corto plazo y que tiene que ver con razones diversas: fin del modelo de la radio de las estrellas, profesionalización de la toma de decisiones de la Cope -un proceso de reconversión iniciado en 2010 y que pasa por la incorporación al mismo de la consultora Radio Intelligence-, el fichaje de profesionales reconocidos a Cope -Carlos Herrera y, especialmente, el equipo de deportes que lidera Paco González- y la salida de comunicadores de la SER. Además, la crisis institucional española abierta en 2015 con la irrupción de nuevos partidos y la consolidación de un escenario político abierto y polarizado ha ayudado a consolidar los dos modelos (Ser y Cope) como altavoces principales de los dos estados de opinión pública mayoritarios.

A Onda Cero no le va bien esa polarización, precisamente por su incapacidad para asociarse claramente a ninguno de los paradigmas político-ideológicos dominantes. Es un problema comercial evidente, aunque pueda resultar interesante desde el punto de vista de la higiene democrática: quien escucha a Carlos Alsina por la mañana puede sentirse frustrado con mucha facilidad si oye esa misma tarde a Julia Otero. Y viceversa. Otra cosa es la apuesta decidida de Alsina por los nuevos lenguajes, su talento para la conversación, sus riesgos estilísticos: con toda probabilidad, los oyentes de Alsina son los más cualificados. ¿Y qué le pasa a RNE? Difícil responder en una frase, pero intentémoslo: la vorágine del cambio permanente de la sociedad es demasiado para una empresa tan grande, con dinámicas tan asentadas y a la que le cuesta. tanto ser flexible.

3- Esradio es ya uno más en la mesa de las grandes cadenas

La polarización política explica esta tercera conclusión de los últimos datos del EGM. La emisora de Federico Jiménez Losantos suma 757.000 oyentes, según el último EGM. Es su mejor dato y se queda poco más de 350.000 oyentes de la todopoderosa RNE. Comparar el presupuesto de ambas emisoras nos produciría estupor. ¿Qué explica el crecimiento de una emisora tan aparentemente fuera del modelo mainstream de la radio convencional? Como en casi todo, las razones son complejas.

En primer lugar, la polarización a la que hacíamos referencia. El oyente sabe qué encontrar en Es Radio, no hay duda de sus posicionamientos ideológicos y esa claridad competitiva puede resultar una ventaja en un escenario político fragmentado.

A eso, obviamente, hay que sumar la personalidad arrolladora de Federico Jiménez Losantos, cuyos métodos pueden resultar discutibles desde el punto de vista de la teoría del periodismo, pero que son altamente eficaces: coge al oyente y le zarandea durante horas para despertarlo, azuzarlo y enviarlo a la vida civil a combatir al adversario en el bar y el Twitter con argumentos de peso.

Y un último argumento -habría muchos más, pero dejémoslo aquí por hoy-: la emisora ha sido capaz de, aunque todavía mínimamente, confeccionar una parrilla sólida que, más allá del indudable peso del programa de Jiménez Losantos, ofrece una programación interesante y coherente. No es momento ahora de discutir el talento de Luis Herrero, pero sí conviene apuntar el ascenso de Dieter Brandau como estrella emergente en las noches y, sobre todo, el rigor que aporta a las 14 horas Juan Pablo Polvorinos en Es noticia. Aunque lo informativo no sea el elemento fundamental de Es Radio, ninguna emisora con aspiraciones nacionales puede construirse sin unos servicios informativos serios que vertebren las horas de programación lineal. El talento de Polvorinos para dar coherencia a esos informativos, para ser capaz de manejar y controlar, incluso en los programas especiales, la fuerza desbordante de los opinadores de la cadena, está detrás de la consolidación de Es Radio y de que ya pueda ser considerada uno más en la mesa de las grandes cadenas nacionales.

Desde luego, Es Radio se enfrenta a grandes desafíos: su modelo de negocio está basado aún casi en exclusiva en el tirón de Jiménez Losantos. Su futuro pasa necesariamente porque encuentren la forma de garantizar el modelo más allá de su fundador. Además, aún tienen un larguísimo trecho que recorrer en el ámbito de la digitalización de sus contenidos y de su capacidad para colocar productos a la carta en el mercado. Y, obviamente, aunque esto es discutible, la emisora debe ser consciente -aparentemente, lo son- de los riesgos de una cadena que es más ideológica que periodística.