La necesaria modernización de la radio pública

A RNE le costó entrar en el juego de la libre competencia informativa. Y, en cierto modo, esas carencias se mantienen a día de hoy. No sería justo decir que no ha habido evolución en el sonido de la radio pública, pero sí que no lo ha hecho al ritmo de sus competidores. 

El post de hoy me da vértigo, lo reconozco en la primera línea. Entre 2011 y 2015 tuve el honor de dirigir una cadena de radio de titularidad pública, Radio Castilla-La Mancha. Y fue un honor, ciertamente, a pesar de lo complejo de la tarea y de las dificultades añadidas por las circunstancias políticas del momento. Pero eso es otro cantar. Si parto de esta experiencia personal es para explicar que, además de lo que uno ve y analiza como teórico de la radio, tengo experiencia en el asunto del que voy a hablar, que es del difícil hermanamiento de estas dos palabras: radio y pública.

En España la radio pública es Radio Nacional de España. Lo es desde su fundación en 1937, cuando el Estado asumió su control tras fusionar varias de las EAJ (E por España y AJ para identificar el código de las estaciones de telegrafía sin hilos) que se habían ido creando desde finales de 1924. Aquella radio tenía el monopolio de la información, todas las cadenas debían conectar con RNE para emitir lo que primero se llamó El Parte y, posteriormente, el Diario Hablado. Si a alguien le interesa mucho esta parte de la historia de la radio que me lo haga saber y preparo una entrada, que, la verdad, daría mucho juego. Pero avancemos hasta 1977, año en que se celebraron las primeras elecciones democráticas y en el que se levantó esa obligatoriedad de conectar con RNE a la hora del informativo. Desde ese momento, la SER, la COPE y el resto de emisoras pudieron informar libremente a sus oyentes. Y empezaron a crear contenidos novedosos, a trabajar creativamente los elementos del lenguaje radiofónico, a incorporar nuevas voces, etc.

A RNE le costó entrar en ese juego de competencia informativa. Y, en cierto modo, esas carencias se mantienen a día de hoy. No sería justo decir que no ha habido evolución en el sonido de la radio pública, pero sí que no lo ha hecho al ritmo de sus competidores.

«El oyente del año 2018 necesita que el sonido de la radio se parezca a él y no a sus abuelos».

No hace mucho me contaba alguien con peso y mando en RNE que cambiar la sintonía de informativos es una tarea casi imposible. Prueben a sintonizar la emisora a las 8h, a las 14h y a las 20h de cualquier día y descubrirán, a poco que afinen el oído, que la sintonía que suena es exactamente la misma. Se supone que es la música que identifica la información en RNE, la que transmite credibilidad y que, modificarla, supondría alterar uno de los sellos de identidad de la cadena. Sin embargo, tales argumentos son extemporáneos: el oyente del año 2018 necesita que el sonido de la radio se parezca a él y no a sus abuelos. Cambiar de sintonía, introducir elementos de creatividad en el discurso informativo, agilizar los procesos, modernizar los enfoques; y todo eso, tanto los aspectos formales como los de fondo, se puede hacer sin alterar la credibilidad del mensaje. Es más, se verá reforzado.

El problema de fondo, es verdad, es lo complejo que es el proceso de toma de decisiones en una empresa de comunicación de titularidad pública. No entraré hoy a debatir la cuestión esencial de si son necesarios o no este tipo de medios, pero sí que parece evidente la necesidad de flexibilizar los procesos, tanto a nivel administrativo como en el tratamiento mismo de la información. Sino, la radio pública correrá el riesgo de solidificarse.

Anuncio publicitario