Aimar Bretos, un canterano convertido en ‘estrella’

La decisión de la SER de nombrar a Aimar Bretos director de Hora 25 ha sido recibida con un especial entusiasmo en el sector de la radio. Y no solo por parte de los que le conocemos y admiramos, sino por todos aquellos que han sabido reconocer el hecho de que una gran cadena apueste por alguien de la casa, un periodista que llegó de becario con veintipocos y que en poco más de diez años, brilla ya con luz propia.

No será una estrella como lo fueron Carlos Llamas, Iñaki Gabilondo o Luis del Olmo; ni falta que le hace. Será un referente para la radio de hoy. La decisión de la Cadena SER de nombrar a Aimar Bretos director de Hora 25 tras la designación de Pepa Bueno como directora de El País ha sido recibida con un especial entusiasmo en el sector de la radio. Y no solo por parte de los que le conocemos y admiramos, sino por todos aquellos que han sabido reconocer el hecho de que una gran cadena apueste por alguien de la casa, un periodista que llegó de becario con veintipocos y que en poco más de diez años, brilla ya con luz propia.

Y si ha sido especialmente celebrado su nombramiento es por lo excepcional del caso. Pocas veces un becario llega a líder. Y prácticamente ninguna lo hace en tiempo récord, como Aimar, a quien, por cierto, la Cope dejó escapar (una vez más), poniéndole en bandeja a la competencia un talento que ya se veía venir. Cuando Aimar Bretos se bregaba como becario en Cope Pamplona y luego en Cope Madrid ya dejaba entrever su pasión por este oficio y su buen hacer, su respeto por los códigos elementales del medio y su muy sana ambición.

Cuando la SER le abrió las puertas, tardó muy poco en hacer que su voz grave y tranquila fuera reconocible por los oyentes, primero en Hoy por Hoy y luego en Hora 25. Incluso haciendo que su voz fuera una de las protagonistas de Guerra 3, unos de los grandes podcast de ficción de Podium. No hace mucho Iñaki Gabilondo le dedicó un elogio medido, que viniendo de él es un piropazo. Aquí la prueba:

El caso es que Aimar ya es uno de los grandes de la radio española. Estoy seguro de que su olfato periodístico y su pasión por la radio le harán dar pasos seguros, humildes y que sabrá encontrar nuevos talentos en los jóvenes becarios que se acerquen a él con la seguridad de que es uno de los suyos. Porque no hay mejor espejo para quien empieza en este mundo que alguien que ha salido del mismo sitio, con las mismas dudas y las mismas ilusiones. Más allá de cuestiones ideológicas, que son siempre secundarias, espero de todo corazón que al buen tipo que es Aimar le pasen cosas buenas. Porque eso será, además, que le pasan a la radio española.

Y para terminar, démosle a él la palabra: su certeza y su compromiso:

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Recomendaciones Podcasting

Hoy os presento dos recomendaciones de cosas buenas que se están haciendo en el maravilloso mundo del podcast: 5w y Dopamínate.

A ver si de vez en cuando voy contando por aquí las cosas maravillosas que voy descubriendo haciendo podcasting, que es el zapping radiofónico contemporáneo. Hoy, un par de raciones.

  • 5w, periodismo con mayúsculas

Hace tiempo que descubrí 5w, la publicación que con más amor y respeto cuenta las cosas que suceden fuera de nuestro país. Periodismo de trinchera, pero no solo. En la revista se informa de conflictos olvidados y, ciertamente, es terríblemente agradable descubrir historias que no están en la agenda oficial. Detrás de la empresa están periodistas de largo recorrido y su esfuerzo por poner luz donde no la hay es encomiable. Bien, pues además de una revista llena de fotografías de enorme calidad y de eventos periódicos, 5w es también un podcast mensual en el que miembros del equipo de la publicación y personajes con opiniones autorizadas analizan realidades lejanas. Y lo hacen con rigor y sensibilidad, con una factura impecable en lo técnico y con una cuidada producción. No es radio de masas, pero tampoco es un producto inaccesible. Entre los podcast más interesantes de los últimos meses, esta singular mirada a Corea del Norte o el repaso a alguno de los conflictos olvidados por el gran público y el pequeño periodismo de nuestras rutinas.

 

  • La educación y la música, cuestión de Dopamina

Aquí reconozco que no soy muy objetivo. Pero lo intento y, más allá de la amistad que me une desde hace casi diez años con María José Acevedo, lo cierto es que su última locura radiofónica es todo un acierto. Si los nuevos soportes están hechos para la especialización, Dopamínate es una pieza que encaja como un guante. O, mejor dicho, es como la nota que faltaba a esta gran orquesta que es el universo del podcast. Dopamínate es una apuesta semanal por la educación musical. Junto al genial Antonio Domingo, que es profesor y músico, o al revés, Acevedo lleva al micrófono a personas que, de alguna manera, o bien transforman o bien han sido transformadas por el poder de la música. Es radio divulgativa, sí, pero parida por alguien que empezó a hacer radio como se hacía en la Onda Media, de esa que se escuchaba en la mesa camilla. La mezcla es infalible: radio artesanal servida a la carta. Que aproveche.

PD.- ¡Muchos éxitos amiga!

Foto Acevedo
Aquí la Acevedo y un servidor… en una vida pasada.

En el Día Mundial de la Radio

La radio de hoy debe servir, como siempre ha sido, a la sociedad de hoy. No hay campo para los nostálgicos. El futuro de la radio solo puede estar en la capacidad de adaptar su inmediatez a una sociedad que también es inmediata.

Llega otro Día Mundial de la Radio, que se celebra el 13 de febrero desde hace cinco años. La fecha recuerda que tal día como hoy de 1946 se creó la radio de las Naciones Unidas. Así que, mejor día no lo hay, vamos a echar un vistazo a la situación actual de la radio en España. Si les parece, desde la natural subjetividad de quien escoge el ángulo, la luz y aprieta el botón, les hago la foto del estado de la radio en nuestro país.

Es necesario modernizar el sistema de medición de audiencias

Según el último Estudio General de Medios (EGM), el 60% de los españoles escucha la radio todos los días. Además, del total de oyentes de radio (unos 27 millones de personas de lunes a domingo), cerca de 12 millones escuchan alguna cadena de radio generalista. AIMC, la asociación que realiza el EGM, asegura que, en sus estimaciones, tienen en cuenta el oyente de radio a la carta. Sin embargo, el modo en que se realiza el estudio (unas 30.000 encuestas repartidas en tres oleadas) no permite dar demasiada credibilidad a las cifras que aportan.

Más de 380.000 oyentes utilizan el podcast para acceder a los contenidos radiofónicos, según AIMC. Y aseguran que «los oyentes que escuchan la radio a través de Internet en un día promedio (L-V) son 1.775.000, de los cuales 1.440.000 lo hace en directo/streaming y 384.000 en diferido/podcast». Pero, ¿cómo puede ser creíble que un entrevistado diga que el día anterior escuchó en una franja horaria un programa que se emitió en directo a otra hora? ¿Alguien puede creerse que Internet represente solo un 7,5% de los oyentes de radio, como afirma el EGM?

Desde luego, la radio debe revisar el modo en que mide su audiencia. Es una constante la crítica al EGM. Hubo quien, como José Antonio Abellán, bordeó la ley para denunciar sus irregularidades. Sin embargo, al final son las propias emisoras las que financian AIMC y ninguna de ellas quiere ser la primera en sacar la pata del tiesto. El siglo nos trae diariamente nuevos avances tecnológicos. Los oyentes escuchan cada vez con más frecuencia contenidos radiofónicos al margen de las grandes cadenas, a través de plataformas como Ivoox, SoundCloud, Itunes o Podium Podcast. Incluso empresas paralelas al mundo de la radio adecúan sus formatos para ofrecer servicios de podcast (muy meritorios los intentos de SpainMedia y de publicaciones como 5W); así las cosas, las cadenas tradicionales deben ser las que se atrevan a salir del círculo cerrado del EGM y abrir puertas y ventanas a este tiempo nuevo. Sobre todo porque es un viaje sin retorno.

La radio tradicional sigue siendo creíble

Dicho lo cuál, ¿cuál es el estado actual de la radio convencional, la de toda la vida? Sería difícil hacer una valoración en conjunto de cada una de las cuatro grandes cadenas. Aún así, admitiendo lo complicado del reto, sí podríamos empezar diciendo que la radio española sigue siendo un medio creíble para el conjunto de la sociedad. Es decir, que pese a los avances tecnológicos y la aparición de programas televisivos de información política que amenazaban con destronar a la radio, esta ha sido capaz de sobrevivir. Es cierto que laSexta ha llevado la política a muchos oídos jóvenes, pero, sin embargo, la televisión aún no ha conseguido equilibrar el engranaje espectáculo-credibilidad. La radio, en eso, lleva muchos años de ventaja. Eso sí, el medio debe seguir apostando, en mi opinión, por ser más estricto en el tratamiento de la información.

La radio espectáculo no funciona en España, es algo que forma parte de la tradición anglosajona y creo que tratar de adaptar ese paradigma a la radio española, como está intentando hacer la Cadena COPE esta temporada con su informativo de mediodía, es un error importante. Además, la radio sobrevivirá a los tiempos de la posverdad si es capaz de aportar voces especializadas y adaptar los elementos del lenguaje radiofónico. Esto último está siendo clave, por ejemplo, para entender el lento pero evidente éxito del programa de Alsina. Sus oyentes son mucho más jóvenes que los de otras emisoras y esto, aunque en el corto plazo del EGM de turno no acabe de dar sus frutos, es una apuesta segura.

¿Qué pasa con las estrellas?

Pues que no volverán. Antonio Herrero, Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo… hay quien se pregunta por qué no surgen nuevas estrellas. No pueden surgir porque la sociedad no demanda ese tipo de radio personal, anárquica, ideologizada. Nos queda Carlos Herrera y pare usted de contar. Al otro lado de su inminente jubilación hay otro tipo de oyentes y a ellos habrá que hacer la nueva radio.

La radio de hoy, así las cosas, goza de buena salud. Pero está en un proceso de cambio que se inició el 2 de mayo de 1998. Ese día falleció Antonio Herrero en un accidente mientras practicaba submarinismo. Él fue El primero de la mañana. Su triste y repentino fallecimiento supuso el principio del fin de la radio de las estrellas, cuyas últimas luces se apagan en nuestros días. Ahora bien, fue la aparición de Internet, es decir, su consolidación como medio democrático de acceso a la información lo que aceleró ese proceso. De una radio de las estrellas a una radio estratégica. ¿Cuáles son los momentos clave de esa transición? La muerte de Antonio Herrero, como se ha dicho, pero también la salida de COPE a Onda Cero de José María García y su frustrado intento de consolidar una plataforma periodística que compitiera con Prisa, la nueva batalla mediática entre COPE y SER tras el 11M, la incapacidad de la radio de entender el 15M, la salida de Jiménez Losantos de COPE, la retirada de Luis del Olmo, el despido de Iñaki Gabilondo de la SER: la radio se dirige a un modelo en el que los profesionales tienen menos peso que la marca de la emisora y en el que se cuidan mucho más los elementos del lenguaje radiofónico. La radio de hoy debe servir, como siempre ha sido, a la sociedad de hoy. No hay campo para los nostálgicos. El futuro de la radio solo puede estar en la capacidad de adaptar su inmediatez a una sociedad que también es inmediata.

Artículo publicado originalmente en Mirada 21

La necesaria modernización de la radio pública

A RNE le costó entrar en el juego de la libre competencia informativa. Y, en cierto modo, esas carencias se mantienen a día de hoy. No sería justo decir que no ha habido evolución en el sonido de la radio pública, pero sí que no lo ha hecho al ritmo de sus competidores. 

El post de hoy me da vértigo, lo reconozco en la primera línea. Entre 2011 y 2015 tuve el honor de dirigir una cadena de radio de titularidad pública, Radio Castilla-La Mancha. Y fue un honor, ciertamente, a pesar de lo complejo de la tarea y de las dificultades añadidas por las circunstancias políticas del momento. Pero eso es otro cantar. Si parto de esta experiencia personal es para explicar que, además de lo que uno ve y analiza como teórico de la radio, tengo experiencia en el asunto del que voy a hablar, que es del difícil hermanamiento de estas dos palabras: radio y pública.

En España la radio pública es Radio Nacional de España. Lo es desde su fundación en 1937, cuando el Estado asumió su control tras fusionar varias de las EAJ (E por España y AJ para identificar el código de las estaciones de telegrafía sin hilos) que se habían ido creando desde finales de 1924. Aquella radio tenía el monopolio de la información, todas las cadenas debían conectar con RNE para emitir lo que primero se llamó El Parte y, posteriormente, el Diario Hablado. Si a alguien le interesa mucho esta parte de la historia de la radio que me lo haga saber y preparo una entrada, que, la verdad, daría mucho juego. Pero avancemos hasta 1977, año en que se celebraron las primeras elecciones democráticas y en el que se levantó esa obligatoriedad de conectar con RNE a la hora del informativo. Desde ese momento, la SER, la COPE y el resto de emisoras pudieron informar libremente a sus oyentes. Y empezaron a crear contenidos novedosos, a trabajar creativamente los elementos del lenguaje radiofónico, a incorporar nuevas voces, etc.

A RNE le costó entrar en ese juego de competencia informativa. Y, en cierto modo, esas carencias se mantienen a día de hoy. No sería justo decir que no ha habido evolución en el sonido de la radio pública, pero sí que no lo ha hecho al ritmo de sus competidores.

«El oyente del año 2018 necesita que el sonido de la radio se parezca a él y no a sus abuelos».

No hace mucho me contaba alguien con peso y mando en RNE que cambiar la sintonía de informativos es una tarea casi imposible. Prueben a sintonizar la emisora a las 8h, a las 14h y a las 20h de cualquier día y descubrirán, a poco que afinen el oído, que la sintonía que suena es exactamente la misma. Se supone que es la música que identifica la información en RNE, la que transmite credibilidad y que, modificarla, supondría alterar uno de los sellos de identidad de la cadena. Sin embargo, tales argumentos son extemporáneos: el oyente del año 2018 necesita que el sonido de la radio se parezca a él y no a sus abuelos. Cambiar de sintonía, introducir elementos de creatividad en el discurso informativo, agilizar los procesos, modernizar los enfoques; y todo eso, tanto los aspectos formales como los de fondo, se puede hacer sin alterar la credibilidad del mensaje. Es más, se verá reforzado.

El problema de fondo, es verdad, es lo complejo que es el proceso de toma de decisiones en una empresa de comunicación de titularidad pública. No entraré hoy a debatir la cuestión esencial de si son necesarios o no este tipo de medios, pero sí que parece evidente la necesidad de flexibilizar los procesos, tanto a nivel administrativo como en el tratamiento mismo de la información. Sino, la radio pública correrá el riesgo de solidificarse.

Los silencios de Alsina

El silencio de Alsina pesa, como pesaba el de García, aunque aquel tirara de pasión y este de ironía; se trata de un silencio que traspasa la frontera entre el que hace radio y el que la escucha, casi como si el periodista te cogiera de la solapa y te dijera «aguanta, tío, espera con paciencia que ahora te resuelvo el enigma». 

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Carlos Alsina es el responsable, junto a Juan Ramón Lucas, de Más de Uno. Foto: OC

Que el silencio es un elemento clave del lenguaje radiofónico es innegable. Los segundos que transcurrían entre el Pablo, Pablito, Pablete de José María García engancharon a una generación entera de oyentes a aquella radio de autor. El silencio genera expectación en el que escucha. Y aún así, se usa poco, quizá porque hace falta paciencia para soportarlo y de eso andamos escasos en nuestros días de timeline y noticia exprés. Por eso hay que alabar que Carlos Alsina no se rinda y siga intentando rescatar al silencio de su inmerecido ostracismo.

Pero, ¿qué es eso del silencio en la radio?, ¿cómo va a ser uno de los elementos del lenguaje radiofónico una cosa que no se escucha?, ¿no es la palabra la única herramienta de la que puede echar mano el periodista de radio para contar noticias? Ahora les cuento, lo es, en absoluto.

El silencio es la ausencia de sonido, pero no la ausencia de contenido. Pongamos un ejemplo. Imaginen a un periodista de radio que dice lo siguiente:

«El presidente del Gobierno ha anunciado una subida de impuestos. Es la primera vez que cumple la promesa electoral que realizó hace tres años».

Bien, ¿no?, frases cortas, voz activa… pero ¿tiene fuerza la idea? Comparen esta forma de contar la noticia con esta  otra:

«El presidente del Gobierno bajará los impuestos tal y como prometió… (silencio de dos o tres segundos)… hace tres años». 

La segunda posibilidad nos lleva a una radio enriquecida, en la que ese silencio se llena de contenido, de intención. Por favor, no confundir la radio con intención del sermón radiofónico, de la opinión burda; hacer radio con intención es como cocinar con alma. También uno puede comer en un McDonalds… pero estarán conmigo que no es lo mismo.

Alsina, el recuperador

Dicho lo cual, Alsina, que sabe todo esto porque él fabrica programas de radio con la finura del artesano, utiliza los silencios a diario. Habrá quien prefiera la potencia de la SER a las 8 de la mañana, con Pepa Bueno de directora de una orquesta afinada desde hace muchos años al ritmo de un estilo anglosajón y poderoso; eso es materia de otro debate y, por tanto, de otra entrada. Pero si elegimos a Alsina sabemos que escucharemos una radio con intención y en la que las palabras se acompañan de hermosos silencios llenos de posibilidades.

Nuestra generación fue la que eligió la película en vez del libro; la de nuestros hijos se queda con el tráiler y la siguiente puede que se satisfaga con el tuit.

Este martes, 22 de enero, sin ir más lejos, en su monólogo de las 8 reparte silencios significativos, dándole color a las palabras, demostrando lo que de él acaba de decir Guillermo Fesser en una entrevista en El Confidencial: «En la radio el formato es muy importante, es importante si hay silencios, si hay música y qué música hay de fondo, cómo se cuentan las cosas…»

Hay un debate muy interesante en círculos académicos sobre si es posible -y deseable- introducir elementos de creatividad en el mensaje radiofónico informativo. ¿Se pueden usar efectos para comentar una noticia, como hace Alsina, o estamos importando elementos de la ficción y desacreditando nuestro mensaje? Interesante pregunta a la que me obligo a contestar otro día. Mientras tanto, si están interesados en este asunto, les recomiendo este libro de Silvia Jiménez.

El silencio de Alsina pesa, como pesaba el de García, aunque aquel tirara de pasión y este de ironía; se trata de un silencio que traspasa la frontera entre el que hace radio y el que la escucha, casi como si el periodista te cogiera de la solapa y te dijera «aguanta, tío, espera con paciencia que ahora te resuelvo el enigma».

Decía antes que nuestro tiempo está dominado por la prisa. Las cosas valen si son nuevas. Nuestra generación fue la que eligió la película en vez del libro; la de nuestros hijos se queda con el tráiler y la siguiente puede que se satisfaga con el tuit. Y en medio de la prisa de la mañana, que es la reina madre de las prisas, sale un señor y pone un silencio en medio del prime time radiofónico. Y funciona. Puede que Alsina no sea una estrella, propiamente dicha, pero es un tipo que piensa en radio, que respeta el medio y lo trabaja para hacerlo más profesional, más fiable, más elaborado.