Clubhouse se desinfla

Leo en una nota de prensa de la Universitat Oberta de Catalunya un interesante análisis sobre las razones por las que Clubhouse está perdiendo fuelle. Hoy se sitúa en la posición 146 de redes sociales más descargadas (para iPhone) en España, lejos de de LINE, Grindr o AdoptaUnTio.es. Entre las razones que los expertos consultados por la institución destacan, se ecuentran «la falta de transversalidad, la pérdida del aura de exclusividad y la imposibilidad de comunicación asíncrona».

Lo cierto es que Clubhouse irrumpió en la pandemia con una fuerza enorme. La aplicación, que permitiía sumarse, mediante invitación, a una conversación de audio entre personas conocidas, aunaba en un mismo mundo las posibilidades del audio y las de las redes sociales. El elemento de exclusividad ejercía además una inercia muy potente, un ansia por formar parte de la conversación, por participar, ser invitado, etc. Es un truco muy viejo pero que siempre funciona.

«Posicionarse como ‘exclusivo’ es una vieja estrategia de marketing, pues algo difícil de conseguir siempre es más deseable». Así lo cree Ferran Lalueza, que es profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, quien añade que «las redes sociales que aspiran a jugar en primera división necesitan tener una masa crítica de usuarios muy grande, y eso no casa con la exclusividad». En este sentido, Twitter está probando desde hace tiempo cómo integrar el audio en su herramienta. Desde el pasado verano se pueden mandar notas de voz -lo que algunos, equiviocadamente, llaman micropodcast-y, además, en la línea de la propuesta de Clubhouse, se puede participar de salas de audio temáticas (Twitter Spaces). También Spotify quiso sumarse a la pelea por el audios social con GreenRooms. Facebook ofreció al mercado Live Audio Rooms.

Miquel Pellicer, experto en comunicación digital de la UOC, cree que el aparente fracaso de Clubhouse tiene también que ver con su incapacidad para posicionarse como una herramienta transversal: «Clubhouse se ha diseñado como una app con potencia para reunir a mucha gente sin tener en cuenta que se ha convertido en una red muy nicho, para usuarios con intereses muy tematizados, de temas muy vinculados a las empresas emergentes (start-ups), la comunicación, el periodismo o el marketing, hecho que le ha supuesto problemas para convertirse en una aplicación transversal».

Da la impresión de que Clubhouse acertó con la idea de negocio que necesitaba la era pandémica. Sin embargo, le está costando hacer la transición a la normalidad. Es cierto que en esta era de la audificación, el público demanda espacios que favorezcan narrativas sonoras, pero también lo es que el éxito y el fracaso de las nuevas plataformas es absolutamente fugaz. Cuesta mucho tener una buena idea pero más aún c0nsolidarla. En el ir y venir de herramientas y posibilidades, parece que Clubhouse está perdiendo la partida.

Los propios directivos de la compañían confiesan que el riesgo de morir de éxito es algo a tener en cuenta, sobre todo en este mercado que propicia el efecto burbja. En una entrevista a la cadena Bloomberg, el consejero delegado de Clubhouse, Paul Davidson, afirmó: «Creo que crecimos demasiado, demasiado deprisa a principios de este año. Lo que queremos hacer es mantenernos en el sendero del crecimiento estable y gradual».

Veremos si el mercado tiene compasión con Clubhouse. La paciencia no suele ser una virtud propia de este tipo de mundo, en el que las grandes tecnológicas andan siempre a la caza de la nueva idea de éxito. Clubhouse lo fue, pero la idea ha sido colonizada y los originales tratan de sobrevivir en este mundo de tiburones.

Anuncio publicitario

Descubriendo al ‘Homo Audiens’

Si en 1997 Giovanni Sartori describió al ‘Homo Videns’, los nuevos tiempos del audio, que ofrecen contenidos de calidad a consumidores sin tiempo que desean hacer compatible la escucha con otra actividad, van configurando un ‘homo audiens’. Habrá que definir sus características pero ya es evidente que la audificación de nuestro tiempo es inevitable. Las causas, como siempre, son complejas y tienen que ver con la sociedad del rendimiento y el rol multitasking del ciudadano.

A vueltas con la guerra del audio, apuntaba recientemente Jován Pulgarín en un reportaje publicado en The Objective que la batalla que disputan Clubhouse, Twitter, Facebook y diversas aplicaciones tiene que ver con la necesidad de capitalizar el tiempo. «Algo que a nadie le sobra», apuntaba Pulgarín en una interesantísima reflexión sobre las razones del éxito del podcast, «la nueva gallina de los huevos de oro».

Parece que, de todas las posibles razones ninguna tiene tanto peso como lo que señala Gareth Hickey: los editores de calidad están cambiando sus modelos de negocio y ya dan más importante a la interacción que a los clics. Tirando de este sugerente hilo podríamos colegir algo así como que los nuevos formatos de audio son la respuesta de la audiencia a la creciente demanda de contenidos de calidad pero que, a la vez, puedan ser consumidos en el ruidoso ecosistema en el que se desenvuelven los ciudadanos.

Pero hay un argumento implícito sobre el que creo que no se está incidiendo lo suficiente. Es este: muchos de los ciudadanos que reclaman formatos de audio de calidad lo hacen por sustitución. Es decir, reclaman el audio como sustituto del texto. Crecen los productos de audio al mismo tiempo que se mantiene -o decrece, en algunos sectores, países y grupos de edad- el consumo de libros, de artículos, de reportajes escritos. Y hay una razón detrás de este proceso de sustitución del texto -y de la imagen- por el audio. Tiene que ver con la capacidad del audio de hacer compatible la escucha con casi cualquier otra actividad. De esta manera, el oyente puede incorporar a su rutina diaria el contenido de una conferencia, un reportaje en profundidad, un discurso inspirador, una nota de voz de Whatsapp o una interesante novela. De esta manera, el audio penetra en el ciclo de productividad del ciudadano, se incorpora a su diagrama de rendimiento. En el citado artículo de The Objective se hace referencia a la escucha activa o pasiva como elemento clave para la monetización del negocio.

El audio hace compatible la escucha con casi cualquier actividad. De esta manera, el audio penetra en el ciclo de productividad del ciudadanos, se incorpora a su diagrama de rendimiento.

Fue en 1997 cuando Giovani Sartori publicó ‘Homo Videns’, en el que explicaba cómo el video estaba transformando al homo sapiens. Su tesis era que «la televisión modifica radicalmente y emprobrece el aparato cognoscitivo del homo sapiens». Quizá solo haya habido algo que se haya desarrollado más rápidamente que ls tecnologías: la ansiedad del ciudadano por incorporarlas a su vida. Una vida en la que cada vez hay más hacer y menos ser, más actividad y menos descanso, donde absolutamente todo está determinado por el rendimiento: de la vida laboral al consumo de series, de la agenda social a la práctica deportiva.

En este contexto, ampliamente definido por autores como Byung-Chul Han o Fabrice Hadjadj, el audio es una pieza clave, de tal manera que su irrupción explosiva en los últimos meses puede acabar formando una especie de ‘homo audiens‘: el hombre que accede a la información, en sentido amplio, a través del audio, en un concepto que trasciende a la radio tradicional. Habría que analizar entonces qué atributos tendría este nuevo hombre oyente. Desde luego, no es este el lugar para desarrollar esta teoría en toda su extensión, pero sí parece importante apuntar algunos de estos rasgos sobre el ‘homo audiens’:

  • Es alguien que no tiene tiempo para leer. O al menos que nos quiere dedicarlo en exclusiva a esa actividad.
  • Es alguien a quien no satisface intelectualmente el consumo de televisión y video.
  • Es alguien que no quiere ver mermado su rendimiento personal y profesional mientras consume los contenidos de calidad que demanda.
  • Es alguien que al consumir audio destina a la escucha una atención variable que fluctúa dependiendo del grado de atención que le exige la actividad con la que compatibiliza la escucha.

Preguntas razonables: ¿Qué eco queda en el oyente? ¿Qué cantidad de información es capaz de procesar el ciudadano que compatibiliza, por ejemplo, una conferencia sobre el conflicto entre Rusia y Estados Unidos con la preparación de la comida? Son muchas las preguntas pertinentes que habrá que ir respondiendo a medida que vaya consolidándose este modelo. Muchas de ellas tendrán que ver con los propios contenidos. El ‘homo sapiens’ (y el ‘homo audiens’) es alguien que, en proporción de 7 a 10, recibe un mensaje que no es verdad. Se calcula que para 2022 la mitad de los mensajes recibidos por los ciudadanos serán falsos.

¿Es el audio un buen método para buscar la verdad? Es una pregunta que tiene sentido porque el audio, por su propia naturaleza, dificulta los procesos de verificación. Es uno de los asuntos a los que habrá que volver. Lo que, a día de hoy, es una certeza es el hecho de que el audio, universo del que la radio forma solo una pequeña parte, ha venido para quedarse. Un ‘homo audiens’ está naciendo ante nuestros ojos y oídos. De momento gatea, pero en muy poco tiempo echará a correr.

La carrera del audio

A las plataformas nativas de podcast, como Ivoox o Spreaker, se suman cada vez más compañías que provenían de la música, como Spotify o Itunes o tecnológicas como Google. Además, plataformas independientes como Podimo o pertenecientes a grandes grupos de comunicación, como Podcast en España, se apuntan a una carrera que, de momento, nos brinda algunas conclusiones.

Esta mañana Vodafone ha hecho pública la noticia de que regalará cuatro meses de suscripción a Audible a sus clientes de tarifas ilimitadas. De este modo, podrán acceder al catálogo de la plataforma de podcast y audiolibros de Amazon. Se trata de una apuesta por una de las empresas más potentes de un sector donde empieza a haber una interesante competencia. A las plataformas nativas de podcast, como Ivoox o Spreaker, se suman cada vez más compañías que provenían de la música, como Spotify o Itunes o tecnológicas como Google. Además, plataformas independientes como Podium Podimo o pertenecientes a grandes grupos de comunicación, como Podcast en España, se apuntan a una carrera que, de momento, nos brinda algunas conclusiones.

En primer lugar, que el concepto de audio ha trascendido ya al de radio y que su uso en distintos soportes y como vehículo de narrativas es ya imparable. Podium Podcast ya ha creado un podcast ad hoc y las universidades empiezan a ponerse las pilas en el diseño de programas que satisfagan una creciente demanda del mercado.

Los oyentes de formatos de audio -podcast, audiolibros y demás experimentos creativos- no provienen necesariamente del consumo de radio convencional. De hecho, los menores de 35 años son los que más demandan el podcast, un 51%. El sonido es una nueva forma de contar historias. Las noticias son solo parte de un ecosistema mucho más complejo.

Uno de los principales desafíos del mercado del audio en España pasa por encontrar la manera de ofrecer sus productos en un escenario accesible para el consumidor. La catarata de plataformas y herramientas disponibles (como las señaladas al inicio de esta entrada y unas cuantas más) pugnan ahora en un escenario demasiado abierto por un público todavía demasiado disperso.

La batalla de la rentabilidad no ha hecho más que empezar. Puede pasar por las sinergias empresa/universidad, por la capacidad de algunas empresas muy grandes (Amazon, Google, Apple) de echar redes y acaparar un mercado emergente o, decididamente por los contenidos: el público siempre ha querido pagar por las historias que merecen la pena.

La radio tradicional, mientras tanto, sigue siendo el principal foco de ingresos para los grupos radiofónicos clásicos. Sus directivos empiezan a verle las orejas al lobo, pero, de momento, siguen confiando en las lentejas de hoy. Herrera es mucho Herrera, Alsina es escuchado en los despachos del poder y el dinero y la SER sigue siendo la SER. Pero algo empieza a moverse incluso en esas grandes compañías: empiezan a hacer prospectiva, a diseñar escenarios, a crear estructuras… saben mejor que nadie que la radio de hoy no será así mañana.

El audio no es radio

Escribo desde la trinchera. Lo sé. Perderé esta batalla. Es probable. Pero pienso quedarme aquí guerreando, en algún punto medio entre la FM y el pódcast para defender que decir audio no es lo mismo que decir radio. Lo diga la BBC o su porquero.

Escribo desde la trinchera. Lo sé. Perderé esta batalla. Es probable. Pero pienso quedarme aquí guerreando, en algún punto medio entre la FM y el pódcast para defender que decir audio no es lo mismo que decir radio. Lo diga la BBC o su porquero.

Las cosas que no se dicen es como si no existieran. La frase la pronuncia Antonio Resines al final de La buena estrella, la obra maestra de Ricardo Franco. Y así es. Nombrar las cosas es dotarlas, de alguna manera, de existencia. Lean La seducción de las palabras de Grijelmo, si no me creen. Decir algo es hacer que ese algo adquiera una nueva dimensión.

Un audio es un sonido. Algo que es posible escuchar. Es decir, la radio es audio, sí, pero no solo. Es palabra, música, silencio y efectos. Y es intención. Rebajar todo ese entramado precioso y complejo al nivel del audio es como afirmar que un eructo es la panacea de la comunicación elegante. Es comunicación, sí, pero sobre todo es grosería.

El argumento de que los jóvenes no saben nada de radio y de televisión porque consumen productos individualizados cae por su propio peso. Esos productos, plenamente adaptados a su tiempo, deben ser llamados programas de radio o, en su caso, pódcast. Flaco favor le hacemos a las futuras generaciones de comunicadores si no defendemos ciertas trincheras, no como el viejo que se aferra su universo conocido y se resiste a cualquier cambio, sino porque en ellas reside la base de todo cambio. La radio se está adaptando a este tiempo nuevo, como lo hizo a otros. Su flexibilidad es connatural a su existencia. Pero uno se adapta a los signos de los tiempos desde las raíces que te mantienen en tierra. Recurramos a Chesterton: «El fin de tener una mente abierta, como el de una boca abierta, es llenarla con algo valioso».

Cualquiera que suba un audio a una plataforma de pódcast puede pensar que está haciendo radio. Pero es mentira. Estoy harto de escuchar audios – esos sí- mal grabados, pretenciosos, largos, sin ritmo, mal editados… no compremos esa mercancía, queridos amigos. Usemos nuevos lenguajes, busquemos nuevas formas de comunicar realidad o ficción, hagamos programas que conecten con esta generación emotiva. Es posible. Y si lo hacemos, tengamos el enorme orgullo de afirmar, le pese al publicista que sea, que estamos haciendo radio.